Cuando era estudiante de Periodismo, junto a mis compañeros nos tocó en una ocasión analizar diarios en forma y contenido. El ejercicio arrojó resultados muy interesantes y a la vez preocupantes: más del 90 por ciento de las fuentes citadas en los medios analizados eran oficiales. “Este es un tema de discusión en nuestra profesión, la excesiva dependencia de fuentes oficiales en la prensa chilena”, nos explicó la docente.
Recordé esto hace un par de semanas cuando -como Consejo Regional El Loa del Colegio de Periodistas de Chile- realizamos el conversatorio “Periodismo y Medioambiente”, a través del cual analizamos el rol de la prensa en la crisis socio-ambiental que vive nuestra zona. No sólo participaron comunicadores, sino también personas de otros ámbitos, como organizaciones comunitarias e instituciones, incluidos dos expositores ajenos al periodismo, todos con gran bagaje en la temática, muy informados, con mucho sustento en sus puntos de vista, y que en realidad pocas veces se ven en los medios, y así ellos mismos lo reclamaban. Esto nos llevó a una reflexión profunda dentro de nuestro gremio, acerca de si nosotros -como periodistas y en la prensa en general, especialmente en el ámbito más local- nos estamos adaptando a estos nuevos tiempos en que hay ciudadanos más empoderados, más informados, más conscientes y demandantes de sus derechos.
La escasa o nula visibilidad de la fuente no oficial responde a distintos motivos, desde esos que tienen que ver con la propia fuente que no sabe cómo llegar a la prensa, hasta aquellos que tienen que ver con la orgánica propia de los medios, su línea editorial o sus costumbres arraigadas. La fuente no oficial no tiene un área de comunicaciones que exponga lo que quiere informar. Entonces los medios se alimentan de lo que tienen más al alcance: la verdad oficial; esa que –siguiendo con el ejemplo de la problemática medioambiental- proviene de un ministerio que nos dice que Calama tendrá un plan de descontaminación o aquella que procede de una minera que nos cuenta que está realizando esfuerzos por ser cada día más sustentable y amigable con el entorno. Así las cosas, queda de lado la otra verdad, la del ciudadano común y bien informado que sufre las consecuencias de la contaminación minera; la de la abogada o el médico que revisó “con lupa” el plan de descontaminación y sabe que tiene falencias. Y cuando estas fuentes y verdades no se ven reflejadas en los medios, comienza la desconfianza de la ciudadanía hacia la profesión.
Por ello es necesario que nosotros, los periodistas, los medios tradicionales y los nuevos que están surgiendo, muchos de los cuales destacan su atributo de “independientes”, se adapten a los tiempos que corren en la sociedad y comiencen en su quehacer a dar mayor visibilidad a las fuentes no oficiales, para contribuir efectivamente desde nuestra profesión a una mayor democracia y pluralismo.
Por: Cristian Alfaro Miranda, Consejo Regional El Loa Colegio de Periodistas de Chile