Cosmovisión y tesoros ancestrales vivos

Por estos días, en mis tareas profesionales, me ha tocado conocer una realidad que está muy lejos de nuestro diario vivir: es el abandono de los adultos mayores indígenas.

Muchos pensarán que no hay diferencias entre las vivencias indígenas y los ciudadanos que habitamos Calama. Bueno, yo también pensaba lo mismo. Pero estaba equivocado. Muy equivocado.

El sólo hecho de vivir en una urbe organizada y con servicios para todo, marca una diferencia profunda, abismal, con nuestros atacameños, aymaras, y otras etnias autóctonas. Su profundo arraigo al terruño, a su clan familiar, nacidos de su cosmovisión y la adoración de la Pachamama, los invita a quedarse, a morir allí donde nacieron. Y, aunque la emigración de los más jóvenes por razones de trabajo, ha diezmado a sus poblados, sin embargo, los que subsisten, mantienen esa sabiduría ancestral, que guardan celosamente y que practican en cada ritual que invoque la protección divina.

Y, también, entre ellos están aquellos adultos mayores que, con avanzada edad, dolencias, penas y enfermedades, van arrinconándose en sus habitaciones, en sus camas de toda una vida, en donde amaron, fueron padres, madres, abuelos, abuelas y ahora, simplemente viejitos que esperan su hora para partir al reino de la Madre Tierra.

Así es como van quedando olvidados, muchos, aunque otros logran mitigar su soledad, gracias al amor de sus hijos, hijas, nietos, nietas y amigos, que los socorren con alimentos, medicinas, con atención profesional y visitas.

Por eso es que hoy está en marcha una variedad de apoyos, desde diversos sectores, para evitar el sufrimiento de estos hombres y mujeres, que bien podrían llamarse tesoros vivientes, porque la cultura que ellos conocieron, practicaron y siguen adorando, está ahí en sus recuerdos, en sus espaldas encorvadas, en su piel rugosa, en su mirada más apagada.

Sumarse e interesarse por ellos, es una tarea pendiente.

Héctor Ríos Durán

Colegio de Periodistas, Consejo Regional El Loa